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Qué provoca el Estrés

Los expertos definen el estrés como la respuesta que da el organismo ante un estímulo determinado, ya sea una situación, objeto, persona, etc. Depende de las demandas de la situación a la que nos enfrentemos y de los recursos individuales de cada uno nos resolveremos dicha situación de una forma u otra.

Qué es el estrés

 

Las situaciones de estrés pueden ser muchas y variadas como por ejemplo, vivir situaciones nuevas que requieren demandas diferentes a las que estamos acostumbrados, situaciones intensas (despidos, ruptura de pareja, muerte de seres queridos, accidentes, etc), situaciones de tensión crónica mantenida en el tiempo (enfermedad prolongada, mal ambiente laboral, paro prolongado, etc), y también ciertos sucesos diarios estresantes a los que nos enfrentamos (atascos diarios, problemas económicos o con los hijos/pareja, etc).

El vivir situaciones estresantes no es algo malo o que tenga consecuencias negativas. Por ello, una cierta cantidad de estrés es necesaria, nos motiva a actuar y nos mantiene alerta y activos. Sin embargo, cuando la situación de estrés es excesivamente intensa, duradera o frecuente puede ser perjudicial para nuestra salud física y mental.

Algunos de los efectos del estrés pueden ser:

  • Nerviosismo (taquicardia, temblor, hablar rápido, sensación de nudo en la garganta, etc.
  • Alteraciones del estado emocional: mal humor, tristeza, ira, confusión, ansiedad, etc.
  • Aumento o disminución del apetito.
  • Consumo de drogas.
  • Dificultad para concentrarse, olvidos frecuentes.
  • Aumento de indicadores biológicos como: tensión muscular, presión arterial, colesterol, tasa cardiaca.
  • Afectación del sistema inmunológico: lo que nos hace más propensos a padecer enfermedades.
  • Problemas musculares: lumbago, contracturas, dolores auriculares, temblores,…
  • Problemas de sueño: dificultad para conciliar o mantener el sueño, sensación de no descansar.
  • Dolores de cabeza y cefaleas.

Las personas que padecen un estrés intenso y sostenido en el tiempo, son propensos a padecer los síntomas anteriores pero también contribuye a que avancen o se mantengan enfermedades que ya se padecían o a las que se era propenso.

  • Trastornos cardiovasculares: hipertensión arterial, taquicardias, anginas de pecho, infarto.
  • Trastornos respiratorios como asma o hiperventilaciones.
  • Trastornos del sistema inmunológico
  • Trastornos en el sistema endocrino: problemas de tiroides que pueden generar aumento de peso, ansiedad, caída del cabello.
  • Trastornos gastrointestinales: úlceras, síndrome del intestino irritable, colitis ulcerosa.
  • Diabetes e hipoglucemia.
  • Trastornos sexuales: disminución de la libido, impotencia, coitos dolorosos.
  • Trastornos dermatológicos: dermatitis atípica, sudoración excesiva, prurito, alopecia.
  • Trastornos psicológicos: ansiedad, depresión, fobias, conductas obsesivas y compulsivas, síndrome del Burnout.

El Estrés y personas que lo padecen

Dependiendo de la duración del estresor y de la capacidad que tengamos para hacerle frente y reducir su influencia en nosotros, el estrés tendrá unas consecuencias u otras.

Es decir, en función de cómo interpretemos y valoremos la situación, viviremos un tipo de estrés u otro, y nos afectará en mayor o menor medida.

Las personas que se ven afectadas por altos niveles de estrés tienden a centrase sobre todo en cómo les afecta la situación, sintiendo que no son capaces de hacerles frente, en vez de cómo hacerle frente. Otro tipo son las personas que niegan la existencia del problema y no pueden afrontar. Además, tienden a reaccionar huyendo o evitando la situación.

Son personas que suelen tener un estado crónico de nerviosismo y a menudo se encuentran irritables, tristes, apáticos, es decir, pueden tener un estado de ánimo cambiante. También se suelen encontrar cansados, con dificultad para concentrarse con lo que aumentan sus olvidos. Algunas personas se castigan a sí mismos pensando que no deberían verse afectados por esta situación, lo que contribuye a una mayor sensación de ineficacia e indefensión.

Para reducir estas sensaciones es conveniente dedicar unos minutos al día a realizar actividades relajantes (leer, escuchar música, ejercicios de respiración), realizar ejercicio físico, contar con una red de apoyo. También puede ser conveniente acudir a un psicólogo que nos ayude a clarificar nuestros recursos, identificar por qué la situación nos está superando y encontrar las estrategias personales para reducir su efecto.

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